Me dirigía de camino a Bermeo, ya que estaba realizando un reportaje para la revista Nora sobre puertos pesqueros Vascos.
Era temprano, aunque tarde, para realizar un amanecer. Las nieblas matinales, comenzaban a desvanecerse con la llegada de los primeros rayos solares. Seguía conduciendo hacia mi destino, aunque he de reconocer que mis ojos no estaban centrados en las líneas discontinuas de las carretera, sino en la niebla, a mi derecha. Quería parar, ya que la luz era espectacular, pero no encontraba un encuadre medianamente “limpio”.
Volví la mirada hacia las aburridas líneas discontinuas, admitiendo (a regañadientes) que en otra ocasión, tendría más suerte. Pero giré por última vez la cabeza, y fue cuando “probé” el ABS del coche. Además para mi fortuna, había una gasolinera para no tener que dejar el coche en mitad de la carretera.
La única persona que estaba repostando y el personal de la gasolinera aún seguían intentando dilucidar, el porque de mi frenazo y repentina salida del coche dejando la puerta abierta y las luces encendidas (al coche solo le faltaba el letrero “róbame”). Cuando se acercaron hasta mi posición, donde ya había realizado varios disparos; ellos hicieron lo mismo, pero con sus móviles.
Miré las caras de los que estábamos admirando ese momento, y todos teníamos una sonrisa en la cara.
Era temprano, aunque tarde, para realizar un amanecer. Las nieblas matinales, comenzaban a desvanecerse con la llegada de los primeros rayos solares. Seguía conduciendo hacia mi destino, aunque he de reconocer que mis ojos no estaban centrados en las líneas discontinuas de las carretera, sino en la niebla, a mi derecha. Quería parar, ya que la luz era espectacular, pero no encontraba un encuadre medianamente “limpio”.
Volví la mirada hacia las aburridas líneas discontinuas, admitiendo (a regañadientes) que en otra ocasión, tendría más suerte. Pero giré por última vez la cabeza, y fue cuando “probé” el ABS del coche. Además para mi fortuna, había una gasolinera para no tener que dejar el coche en mitad de la carretera.
La única persona que estaba repostando y el personal de la gasolinera aún seguían intentando dilucidar, el porque de mi frenazo y repentina salida del coche dejando la puerta abierta y las luces encendidas (al coche solo le faltaba el letrero “róbame”). Cuando se acercaron hasta mi posición, donde ya había realizado varios disparos; ellos hicieron lo mismo, pero con sus móviles.
Miré las caras de los que estábamos admirando ese momento, y todos teníamos una sonrisa en la cara.